Implicaciones para la industria editorial

Por Alejandro Zenker

El Reino Unido ha tomado una decisión: salirse de la Unión Europea (UE). Muchos se preguntarán en México qué significa para nosotros. De hecho, los británicos se preguntan lo mismo. Qué implicaciones tiene para ellos lo que acaban de decidir. Llaman la atención algunos factores: en esta votación tuvo un papel importante el tradicional nacionalismo inglés; la xenofobia, es decir, el rechazo a la creciente inmigración no sólo del Medio Oriente, en particular de Siria en este momento, sino también de otros países de la UE; y, finalmente, la ignorancia. Conforme fluyen las estadísticas, se sabe que entre los votantes por el Brexit (salida del Reino Unido de la Unión Europea) priva un desconocimiento de lo que es la UE y, por lo tanto, de las repercusiones que acarrearía abandonarla (pensemos en el TLC en el caso de México). Muchos han definido este referendo como un dictado meramente emocional, es decir, irracional. Los que han votado mayoritariamente por dejar la UE son los que van de salida, los que tienen 50 o más años y no tenían la menor idea de las repercusiones que tendría en su vida semejante decisión. Algo así como ser judío y votar por los nazis. Han decidido, sin embargo, el futuro de sus hijos y nietos. Suele suceder. Pero no sólo eso. Se ha dado una votación segmentada. Mientras Escocia e Irlanda se inclinaban por permanecer, también Londres lo hacía. Las masas “viejas, conservadoras e ignorantes” tomaron las riendas del devenir de la nación.

Mucho tiempo habremos de reflexionar sobre lo sucedido.

Voces supuestamente eruditas y pensantes han lanzado un grito preocupante: ¿cómo es posible que se le deje a la “masa”, al grueso de la población, ignorante y manipulable, la determinación sobre un tema tan complejo? Esas decisiones, dicen, deberían tomarlas los profesionales de la política, que si bien son parcial o totalmente corruptos, al menos entienden de lo que está en juego. Esas voces, entendámoslo, provienen de uno de los países más cultos del planeta, de la quinta economía más poderosa del mundo. Llevado a su máxima expresión, ese axioma nos llevaría… a la dictadura. Que decidan los que más “saben”, que son, a final de cuentas, los que más intereses tienen en que las cosas tomen tal o cual sendero.

Que la salida del Reino Unido de la Unión Europea es un sinsentido pareciera obvio para quienes manejan datos macroeconómicos, políticos y aun sociales y culturales. Es regresar treinta o más años en la historia. En realidad, pocos imaginaron que se daría semejante desenlace. Ni siquiera los votantes que se inclinaron a favor del Brexit pensando en un “voto de protesta” y no en una realidad.

En México podríamos vislumbrar escenarios similares. Votar por AMLO creyendo que no va a ganar y… amanecer con él como presidente. O en contra de una reforma educativa y enfrentando a México, dentro de veinte años, aún en los últimos lugares educativos. Pero, la cosa no es tan sencilla. Inglaterra puede enfrentar una crisis severa (tendrá que), perder Escocia e Irlanda, que se inclinarían por la independencia y su vinculación con la Unión Europea. Su moneda se devaluará y enfrentará aranceles y condiciones menos competitivas en ese mercado europeo que representa alrededor de 40% de sus ventas. Los jóvenes, esas nuevas generaciones que votaron por permanecer en la Unión Europea, enfrentarán a sus padres y al sistema que les negó ese panorama cosmopolita en el que se mueven confortablemente. Los ingleses se convertirán, ante los ojos del mundo, en esos brutos que votaron estúpidamente contra sus propios intereses para sumirse en la crisis y en la relativa pobreza.

Resumidamente, ese es, por ahora, el escenario más previsible.

Pero hay muchos otros, tan o más preocupantes. Las corrientes derechistas, de catadura neonazi, crecen en Europa. En otros países hay también fuertes corrientes que pugnan por salirse de la Unión Europea. El Brexit puede hacer de Grecia un caso insalvable. En España, los independistas podrían coger fuerza. El conflicto con Oriente está lejos de menguar, y menos con la creciente inmigración. La intolerancia religiosa, de cosmovisiones, es más real de lo que muchos desearían creer. El mundo, en fin, es un desastre.

¿Y qué tienen que ver el libro y la lectura con esto? Todo. El Reino Unido ha sido hasta ahora una de las grandes potencias editoriales. Muchas empresas anidan allí y establecen los dictados por los que las letras deambulan por el mundo de la literatura, del conocimiento. ¿Seguirán allí? Quizá migren a espacios más abiertos. Como también lo harán otras industrias.

Brexit es el inicio del fin de un mundo que se gestó en la posguerra y el inicio de un nuevo orden mundial en la antesala de una batalla campal cuyas dimensiones no podemos sino imaginar. Los libros, los periódicos, las revistas, sin importar su soporte, desempeñarán un papel vital en los próximos años, al igual que su reflejo en las redes sociales.

Tenemos que estar alertas los que estamos en la lucha por la libertad de expresión y la democracia.El Brexit es, sin duda, la expresión más bruta, quizás estúpida, de la voluntad popular. Pero negarle valor lleva a algo peor, cuyas funestas consecuencias ya conocimos: el fascismo.

La democracia tiene su costo. Asumámoslo.

Brexit sea. Fascismo, nunca más.
NOTA DEL EDITOR:

En este número de Bibliopatía ponemos el acento en las implicaciones del Brexit para la industria editorial. Mientras que en el mundo fluyen los comentarios que manifiestan su consternación ante el desenlace del referéndum, en el ámbito hispanohablante pareciera privar una total ignorancia de lo que allí se gesta para el futuro del libro y la lectura mundial.

Por otro lado, retomamos la investigación de Google con diversas entidades académicas que puso de manifiesto que, hasta el 2010, ya se habían publicado más de 130 millones de libros a lo largo de la historia de la humanidad. Descubrimos notas sobre libros sobre libros, convocatorias y booktubers.

Han sido días en que se realizaron dos encuentros importantes sobre el libro y la lectura en México. Días en que la reflexión avanzó mientras que el mundo retrocedió.