“Renovarse o morir” dice el dicho que bien pueden adoptar como lema muchos sectores, entre ellos el editorial, y es que para nadie es un secreto la crisis que enfrenta la industria, y en particular casas editoriales y librerías. Las dificultades y el abandono por los que atraviesan son un reflejo del estado que guarda la lectura en México, donde se producen 0.6 libros al año por cada mexicano, según la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem). Por otro lado, la infraestructura pública puede contarse con un ábaco: en todo el país hay una librería por cada 15 566 habitantes, ya no hablemos de bibliotecas.

Además, al tiempo que la industria editorial en México produce 330 millones de libros al año, enfrenta otro gran problema: la piratería, que tan solo en el naciente mundo digital registró 90 millones de descargas ilegales en 2013. A esto hay que agregar otro punto de quiebre en el panorama editorial: de la venta de libros impresos, los autores solo reciben 10% del monto total, por lo que la publicación online resulta un gran aliciente, ya que pueden captar hasta 70% de sus ventas.

Según datos del INEGI, la inversión que cada familia destina de su presupuesto a la compra de libros es de 0.19%, debido a que se tiene la idea de que son caros, y como el hábito de la lectura no está arraigado en nuestra sociedad, adquirir un libro nuevo queda en el fondo de nuestras prioridades.

¿Existen soluciones? Podemos empezar con el fomento a la lectura por parte de padres y maestros, no solo de textos académicos sino de aquellos que sean del gusto de los estudiantes. Las librerías podrían incrementar el número de actos culturales que se realizan en sus instalaciones, como la presentación de cuentacuentos, firma de libros, ventas especiales, talleres, exposiciones, conferencias, conciertos y cualquier actividad que desmitifique la lectura como algo exclusivo para gente de un sector.

En un escenario ideal tendrían que buscarse alternativas para reducir el costo de los libros, así como establecer una relación virtuosa con el Estado para que invierta, al tiempo que los industriales del libro produzcan más y mejores obras.