El pasado 23 de junio se llevó a cabo el primer día de actividades del Taller de Procesos Editoriales de la UNAM. Del editor al lector: la edición, con un programa que, aunque podría parecer enfocado únicamente a la edición universitaria, deja entrever los problemas a los que nos enfrentamos en cualquier ámbito de la edición.

Inaugurado con la conferencia magistral de Sylvia Mendoza de Virginia University Press, en la que mostró las similitudes y diferencias de los procesos editoriales de nuestro país respecto a los del vecino del norte, las ponencias de hoy se centraron en el diagnóstico de la edición universitaria, la importancia del trabajo con profesionales, la incertidumbre de la edición, la normalización y el uso de las nuevas tecnologías y el marketing editorial, todas presentadas por expertos en la materia.
Hubo en particular dos intervenciones que llamaron mi atención. La primera fue la de Raúl Marco del Pont, del Instituto de Geografía de la UNAM, “Edición académica e incertidumbre”, que, a pesar del título, en realidad tocó puntos sensibles para cualquiera que se encuentre en el medio, no solo en la academia, pues en una amena pero realista narración habló de los malabares que deben hacer quienes recorren el camino para convertirse en editores, desde la falta de profesionalización en México (no existen licenciaturas en edición y las maestrías son limitadas), hasta la naturaleza diversa de quienes ejercen el oficio: egresados de letras, pero también biólogos o químicos, los que hemos aprendido en la práctica haciendo y deshaciendo, arriesgando, acertando y errando, experimentando a falta de teoría en las aulas. Una de sus frases explica el conocimiento empírico que vamos adquiriendo: “Arriesgarse es también una fuente de información”. Queda claro que para este quehacer se necesita vocación, pero que habrá que complementar con profesionalización para que se reconozca la labor que realizamos.
La segunda ponencia fue la de Pilar Gordoa, de Penguin Books, quien nos permitió asomarnos un poco al sistema de marketing que emplea una de las grandes editoriales que, sin duda, mayor presencia tiene en el mercado. Destaca que, si bien hay un uso intensivo de las tecnologías de la información, el equipo humano con que cuentan no es tan grande como uno supondría, por lo que uno se pregunta por qué tantos editores se resisten a emplearlas, no solo en mercadotecnia, sino en varios aspectos del proceso editorial. Sin duda, la tecnología no desempeña aún un papel decisivo para muchos editores a la hora de plantear su estrategia, pues siguen viendo al libro como un objeto cuya característica preponderante es ser algo tangible y creen que no debe dársele peso a lo digital, cuando está claro que debemos incluir la tecnología como herramienta fundamental para su promoción y difusión, y poner los ojos en el mercado digital. No se trata de elegir entre uno y otro, sino de trabajar en ambos y estar conscientes de que no seremos los editores, sino los lectores, que en vez de torta bajo el brazo traen un dispositivo electrónico, los que marcarán la pauta a la hora de elegir cómo y dónde quieren sus libros y, sobre todo, leerlos.