Jesús Anaya Rosique

 

En este azaroso e imprevisible tránsito que viven hoy los principales soportes de los libros y las maneras de leer, es innegable que el entorno digital es la más grande transformación de la transmisión de los textos desde Gutenberg. El cambio en la construcción del mercado, la creciente aparición de nuevos modelos de propiedad intelectual y de negocio, así como las estrategias de las redes sociales, se exploran como respuestas posibles al desafío de las tecnologías digitales en el campo de la edición.

No olvidemos que la cultura del libro es, por definición, un verdadero circuito social de comunicación, que fluye del autor al lector y donde se incluyen también como protagonistas claves a editores, libreros y bibliotecarios, al igual que prácticas culturales (lecturas) y escenarios del libro. En este contexto se desarrolla la industria editorial, que encierra un arduo modo de creación, producción, circulación y consumo cultural. A la tradicional cadena de valor del libro impreso se ha sumado ahora lo que algunos expertos denominan la “red de valor del libro digital”.

La edición ha sido una función social esencial, una de las claves de la civilización: ha apuntalado nuestra ciencia y cultura por siglos. Delimita el sistema intelectual de una sociedad, al abarcar sus librerías, universidades, bibliotecas, escuelas, periódicos, medios electrónicos, pasatiempos y negocios. Lo que suceda con la edición de verdad importa, pues en parte define quiénes somos, lo que sabemos y podemos saber, lo que se piensa, se escribe, se lee y se hace. Resulta un capítulo fundamental del desarrollo cultural de la sociedad.

A finales del siglo pasado, la industria editorial cambió de una “orientación al producto a una orientación hacia el mercado”, de un ambiente de diferenciación de productos a uno de segmentación de mercados. En esencia, la edición se desplazó de impulsarse por la oferta a hacerlo por la demanda y alrededor de verificar en su larga historia si ha sido una industria de productos o una de servicios.

En este marco surge un imperativo: cómo reinventar el proceso editorial en torno al lector. Queda claro que los editores en esta fase siguen teniendo tres rasgos esenciales e insustituibles: son sobre todo gestores de contenidos, que ofrecen en distintos soportes y formatos; especialistas en distribución y circulación de materiales de lectura; y capitalistas de riesgo.

Y este es el reto permanente: reinventar la edición, desentrañar su significado y su complejidad funcional. Ciertamente, la pregunta central es quién llevará a cabo esta transformación: ¿los editores mismos o las redes que escapan a su control?

Partimos también de algunas constataciones críticas, dolorosas y amargas, polémicas, respecto a la industria editorial en México:

* la ausencia de diálogos e intercambios entre profesionales (se llega a decir que este es un sector de “autistas”);

* la inexistente pero ineludible investigación ad hoc;

* la insuficiencia crónica de información estadística, que impide evaluar significativamente los fenómenos que sacuden al mundo del libro y la lectura;

Este panorama implica que el principal problema que enfrenta la actividad editorial en nuestro país es el difícil acceso de muchos lectores a los libros. Estamos atrapados en un círculo vicioso: la múltiple oferta editorial existente es invisible en los puntos de venta (4 de cada 5 títulos nunca están disponibles) y origina una demanda suprimida (que, entre otras consecuencias, abre el camino a la piratería). El final del ciclo económico termina con un elevado porcentaje de devoluciones (hasta un 60% de los libros colocados en los puntos de venta). Es evidente que el sistema distributivo imperante es muy deficiente, propicia precios de venta altos (calculados sobre los ejemplares realmente vendidos) y una insatisfacción generalizada en el público destinatario. Y si en el sector editorial privado esto alcanza niveles críticos, en el sector editorial público las cosas no funcionan mejor, sin mencionar la edición universitaria, una verdadera zona de desastre…

¿Qué hacer para romper este cuadro trágico, en primer lugar para tantos lectores que están impedidos para encontrarse con los libros (que ni siquiera están en las bibliotecas, “públicas” o de cualquier tipo)?

Tenemos así una industria editorial que no logra alcanzar su madurez, donde los editores nacionales han perdido el paso y su mercado (interno y exterior) ahora está en manos de los grandes grupos editoriales multinacionales (el 80% del mercado mexicano de los libros de interés general, por ejemplo), los cuales tienen una actuación paradójica al compartimentar por país la oferta literaria local y renunciar ciertamente a la proyección internacional.

Dos ejemplos recientes: la novela Tríptico de la infamia, del escritor colombiano Pablo Montoya, ganó en 2015 el Premio Rómulo Gallegos, pero sigue circulando solo dentro de su país; y la novela Si te vieras con mis ojos, del escritor chileno Carlos Franz, que acaba de ser premiada en Lima por la Fundación Vargas Llosa, está corriendo la misma fatídica suerte (su novela anterior, El desierto, publicada en 2005 y premiada en Buenos Aires por la editorial Sudamericana y el diario La Nación, sigue estando fuera del alcance de la mayoría de los lectores en otros países latinoamericanos que no sean Chile y Argentina). Lo mismo sucede con las novelas de escritores mexicanos, que no circulan en el continente (o en España)… Si de suceder esto en los años 60, el boom de la novela latinoamericana no se hubiera producido…

Y qué decir de la ausencia de políticas públicas de largo alcance en México, en el marco de una necesaria relación constructiva entre el estado (que sigue jugando un papel dominante) y la industria editorial.

Tenemos que identificar estos problemas básicos y combatir la apatía y la simulación que amenazan la necesaria y urgente búsqueda de soluciones factibles.

Son estas algunas de las preocupaciones teóricas y prácticas que gravitan en torno al temario de Digitar 2016 y sobre las cuales se levantan las actividades de este congreso, que resumiremos dela manera siguiente:

1. La entrega el Premio Unical a MARTÍ SOLER VINYES, por su destacada trayectoria profesional en el mundo del libro y la lectura;

2. la conferencia magistral de René Solís Brun acerca de “Ruptura y continuidad: el libro en México”;

3. los dos seminarios centrales y sus respectivos talleres, espacios de reflexión crítica y práctica sobre cuestiones imprescindibles en nuestro sector: la perspectiva estratégica de la industria editorial y el reto de la tecnología digital;

4. el foro sobre la medición adecuada de las distintas experiencias de los lectores en México, un problema hasta hoy irresuelto;

5. una reflexión posible y autocrítica sobre cómo sucede en la industria editorial la transferencia de conocimiento a través de un encuentro como Digitar 2016;

6. un seminario sobre la compleja realidad del marketing editorial vinculado a los contenidos digitales; y finalmente,

7. la conferencia magistral de clausura encomendada a Felipe Garrido, que versará sobre un tema siempre vigente: “Lectura y escritura”.

A través de distintas voces profesionales, autorizadas por el papel que juegan en nuestro sector, este congreso se atreve a pensar en voz alta, se arriesga a examinar críticamente algunos temas claves e invita a salir de este encuentro con una percepción más aguda de aquello que constituye nuestra práctica cotidiana.

Tenemos presente en este acto de inauguración lo que afirmaba el gran escritor Tomas Eloy Martínez: “Somos los libros que hemos leído. O, por el contrario, somos el vacío que la ausencia de libros ha abierto en nuestras vidas…”

 

*Discurso en la inauguración del Congreso internacional sobre el libro y la lectura DIGITAR 2016: El libro en el mundo digital

México, D. F. junio 23 de 2016.